jueves, 24 de junio de 2010

La vuvuzela suelta

Por ROGER COHEN
Traducción de Claudio Pairoba

21 de Junio de 2010



Johanesburgo – Lo llaman la “vuvuzela suelta” del Mundial. Se derriten mientras él desparrama amor, saltando en los brazos de sus jugadores como un tierno osito con aros de diamante y sin cuello.

No se cansan de sus expresiones secas, como cuando contesta a las preguntas sobre su estilo de besos y abrazos respondiendo que todavía prefiere a las mujeres, especialmente su novia “Verónica, que es rubia y tiene 31.”

A los 49, Diego Armando Maradona no es rubio ni tiene 31. Pero es el Sr. Sin Libreto en la era de los mensajes prearmados, el Hugo Chávez del fútbol global. Como entrenador de un increíblemente talentoso equipo argentino, uno armado a la imagen de sus extravagantes habilidades, Maradona está pasando por una buena Copa Mundial.

Al genio se le permite mucho. Y así debería ser.

El contraste con algunos de los más encorsetados rivales de Maradona, incluyendo al francés Raymond Domenech y el manager inglés Fabio Capello, no podría ser más marcado. Domenech tiene la expresión del hombre que preferiría estar leyendo Foucalt cuando “Los azules” hacen implosión y después arman una barricada en abierto motín.

En cuanto a Capello, ha impuesto un régimen tan estricto que sus jugadores, sin sus esposas y novias, se ven ligeramente trastornados. Muchas prisiones europeas permiten visitas conyugales; no Capello. Wayne Rooney se fue de paseo. El lenguaje corporal de los jugadores ingleses recuerda al reo rumbo a la silla eléctrica.

Inglaterra en estos momentos es para el fútbol lo que la vuvuzela es para la música: una nota que no va a ninguna parte.

He tenido mis dudas con Capello desde que le quitó a John Terry la capitanía del equipo inglés a principios de este año porque había tenido un romance. Para un italiano, esto es un poco gracioso. La disciplina está muy bien, pero Terry es un líder y hubiera liderado. Inglaterra no está armando una barricada para la insurrección está cerca.

Así que aquí estamos, 10 días después del comienzo de la Copa Mundial, un evento de grandes proporciones. Y se esta convirtiendo en un lindo ejemplo de la efectividad de la contienda asimétrica.

Los poderes tradicionales con las armas poderosas están viéndoselas en figurillas: Italia, Francia, Inglaterra – incluso Alemania y España. Los insurgentes – Paraguay, Nueva Zelanda, Eslovenia, Chile, Uruguay, México – están llevando adelante emboscadas letales (y para variar los corajudos norteamericanos no son el blanco).

Suiza, derrotando a España por 1 a 0, se ha vuelto impredecible por primera vez en la historia. Los cucú perdieron sus relojes.

Incluso Corea del Norte, con cero fans – Kim Jung-Il no les permitió salir de su estado policial – mostraron una tenacidad sorprendente hasta su debacle con los portugueses. Estuvieron entrenando en un gimnasio público (“Virgin Active” en Eco Park) porque no podían pagarse otro tipo de instalaciones.

Perdón, sí tienen 100 “fans”, un pelotón de chinos contratados por Pyongyang que no están disponibles para entrevistas. En el país de lo bizarro, este episodio le sigue de cerca a Maradona.

Pero el entrenador argentino – quien probó mas de 100 jugadores durante las rondas de clasificación – gana. Ya le dijó a Pelé que “vuelva al museo”. Trató con desdén al presidente de la UEFA, Michel Platini, tratándolo de sabelotodo (antes de balbucear una disculpa).



Vistiendo traje brillante y zapatos brillantes, merodea el área lateral durante los partidos, pateando pelotas imaginarias, mostrándose como un entrenador enjaulado. Cuando todo termina, le planta un beso a cada jugador. Para él no hay Foucalt, ni manual de entrenamiento, ni teleprompter. Él se mueve con la sabiduría de las barriadas de Buenos Aires.

Dije genio. Maradona lo tuvo. Su “gol del siglo” en los cuartos de final de 1986 contra Inglaterra, cuando gambeteó a seis jugadores, vive en el recuerdo, al igual que su esfuerzo de la “Mano de Dios” en el mismo partido. Ambos fueron increíbles. Sus batallas contra las drogas y la obesidad desde su retiro han sido tanto públicas como dolorosas. Al igual que su país, que ha tenido todos los dones pero ha menudo los ha malgastado a medida que transcurría el siglo 20, él ha ido de un lado para otro.

Pero la pasión nunca lo abandonó. Maradona sabe que no hay ballet sin primera bailarina.

En la era del mediocampo sofocante – usar no uno sino dos jugadores mediocampistas como defensa es la nueva moda aquí – Maradona no la está siguiendo. Él hace jugar a un volante de habilidades como la seda, Angel Di María, al descontrolado Carlos Tévez, y al clínicamente furtivo Gonzalo Higuaín. Sobre todo, en su propia camiseta número 10, tiene a un colega genio y petisito, Lionel Messi de 22 años.

La destrucción de Corea del Sur por parte de Messi en la Victoria por 4 a 1, no incluyó un gol propio (Higuaín hizo 3), pero incluyó todo lo demás en el repertorio de un futbolista: pases de increíble sutileza, golpecitos cortos laberínticos, cruces con efecto, sorprendente control de la pelota en movimiento y 360 grados de visión al patear. Maradona le ha dicho a Messi, con razón, que juegue donde quiera.

El juego bonito ha sido tradicionalmente propiedad de Brasil. Pero Dunga, el entrenador brasileño, es uno de esos tipos que se manejan con los dos mediocampistas. Es el Sr. Adusto frente al Sr. Emoción de Argentina. Todavía, Brasil tiene que sambar y en Robinho y en Kaká en tren de despertarse, ha habido flashes.

Se avizora una batalla épica. Brasil puede tener la disciplina de la que Argentina carece al romper con lo establecido.

Por ahora, sin embargo, el manejo estilo vuvuzela suelta ha superado al control de esposas y novias. Una a favor para los hombres comunes y la vida sin libreto.

Fuente:
http://www.nytimes.com/2010/06/22/opinion/22iht-edcohen.html?src=un&feedurl=http%3A%2F%2Fjson8.nytimes.com%2Fpages%2Fopinion%2Findex.jsonp

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