viernes, 20 de agosto de 2010

Más comunicados, más incomunicados.



Mensajes de texto. Emails. Teléfonos celulares. Downloads. Uploads. Fotos. Tweeter. Facebook. Sé que hay más pero no los conozco. Y en este momento no veo la utilidad de conocerlos. Cada vez tenemos más medios de comunicación que lo único que hacen es desnudar nuestra incomunicación. Es imposible no estar comunicado con alguien en los tiempos que corren. O mejor dicho, es imposible no poder contactarse con alguien en los tiempos que corren. Que del otro lado quieran contactarse con nosotros es otra cosa.

Pero volviendo al tema inicial: ¿estamos más comunicados realmente? ¿O todas las avenidas de contacto que se han abierto por doquier en los últimos años ponen en evidencia nuestra inhabilidad para comunicarnos? No estoy hablando de inhabilidad para usar una tecnología. Hablo de inhabilidad para comunicarnos, para hablar, para expresarnos de manera efectiva, clara, diciendo lo que realmente queremos decir. ¿Hemos alcanzado ese nivel de comunicación? O somos como chicos de jardín de infantes a los que se les dan manuales de comunicación, folletos de celulares, avisos de computadoras, notebooks, etc., etc. que no sabemos en realidad usar más allá de algunas funciones concretas. No sabemos comunicarnos. Y lo que es peor tampoco nos interesa aprender.

Todo emprendimiento, todo proyecto, todo seminario, toda negociación, toda reunión para tomar unos mates, falla a menos que haya verdadera comunicación. Hace un tiempo atrás se empezó a poner de moda la palabra excelencia: podíamos ver excelencia en todo, generalmente en temas conectados con educación o salud. Para mí la palabra excelencia era otra forma de decir hacer las cosas bien. Y si bien uno puede empezar a debatir sobre “qué significa hacer las cosas bien”, creo que todos coincidiremos en que ocuparse de hacer las cosas en primer término es lo fundamental. La acción como actriz principal.

Una vez escuché a alguien decir que podemos leer todos los libros que queramos acerca de cómo acercarnos a una mesa para tomar un café pero a menos que nos acerquemos a la mesa a tomar café nunca lo vamos a hacer. Parece una verdad obvia pero así y todo seguimos leyendo libros sobre cómo hacer para llegar a la mesa y tomar café. Qué caminos tomar, cuántos pasos dar, con qué velocidad hacerlo, usar un camino directo, dar dos vueltas alrededor de la mesa, esperar cinco minutos, tomar la taza con sólo dos dedos, cubrir toda la taza con la mano como un paraguas y luego levantarla...indicaciones, instrucciones, Ud. debería hacer esto, aquello, cuando llegue a concretarlo va a sentir esto o lo otro. Pero seguimos sin dar el primer paso para acercarnos a la mesa.

Con la comunicación pasa, a mi entender, otro tanto. Nos siguen dando medios de comunicación que siguen poniendo en evidencia nuestra incomunicación. Por la razón que sea: porque no tenemos el vocabulario adecuado, porque no sabemos hablar sin enojarnos, porque no aprendimos a decir que no sin sentirnos culpables, porque no sabemos poner límites sin poner mala cara. Los ejemplos de las cosas que no sabemos hacer son interminables. ¿No sería bueno empezar a comunicarnos realmente? De la forma que sea... no se...digo. Pero con interés genuino. Encontrando la forma, y si no la sabemos, aprendiendo.

Que esa es la forma más efectiva para mantenerse joven. Aprendiendo algo todos los días. Y vaya si nos falta aprender en el tema de la comunicación. Lo malo es que no sabemos. Lo bueno es que hoy podemos aprender algo. Poco o mucho. Hoy es un buen día para tomarse un café. Pero tomárselo realmente. No virtualmente. Demos el primer paso hacia la mesa. Antes de que se enfríe el café.

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