David Dickson
16 julio 2010
Ayudar a los países en desarrollo a comunicar y utilizar la ciencia es esencial para la cooperación internacional y la diplomacia.
El mayor factor que por sí solo limita el potencial de los países en desarrollo para alcanzar un crecimiento económico sustentable — o incluso lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio — es su habilidad para acceder y aplicar los frutos de la ciencia y la tecnología modernas.
Esta declaración es más compleja de lo que suena. Hay, por ejemplo, muchos obstáculos políticos y económicos para acceder a la ciencia y a la tecnología. E, incluso, si el acceso está garantizado, usar la ciencia y la tecnología de forma efectiva y adaptar el conocimiento a las condiciones locales sigue siendo un desafío.
Por otro lado, genera un concepto útil. Necesitamos construir capacidades que ayuden a los países en desarrollo a usar la ciencia y la tecnología en el centro de las políticas internacionales de cooperación y de iniciativas diplomáticas más amplias.
También subraya la importancia de una comunicación efectiva de la ciencia, crucial para reducir la brecha entre producir nuevo conocimiento y convertir ese conocimiento ya sea en práctica o en política, y por lo tanto, aumentar significativamente los retornos de las inversiones iniciales en investigación.
Aumentar el rol de la ciencia
Afortunadamente, la comunicación de la ciencia como una estrategia de desarrollo está abriéndose camino lentamente en la agenda política, tanto en países desarrollados como en aquellos en desarrollo.
Un creciente número de agencias de cooperación y fundaciones benéficas, por ejemplo, ahora auspician proyectos y programas en esta área. Éstas incluyen a las agencias de cooperación de Canadá, Holanda, Suecia y el Reino Unido, cada una de las cuales apoya a SciDev.Net y a otras organizaciones tales como la Federación Mundial de Periodistas Científicos.
Es difícil demostrar directamente cómo estas organizaciones ayudan a lograr metas explícitas de desarrollo. Son muchos los factores que contribuyen a conseguir logros medibles, tales como tasas más bajas de mortalidad infantil o incrementos en la producción de alimentos.
Pero parece poco probable que la creciente atención que los tomadores de decisiones le prestaron a la ciencia durante la década pasada no esté relacionada con el aumento de las iniciativas de ‘comunicación de la ciencia para el desarrollo’, y el cada vez mayor compromiso con la comunicación de la ciencia dentro de los propios países en desarrollo.
Una explicación más plausible es que aquellas iniciativas de comunicación hayan ayudado a fomentar un reconocimiento — tanto en círculos políticos como en la comunidad general — en el sentido de que las decisiones políticas deben valerse de evidencia científica en ámbitos que van desde la seguridad alimentaria hasta el cambio climático.
El anzuelo de la diplomacia científica
Esto se ha visto incentivado por un creciente interés en la ‘diplomacia científica’, un término amplio que abarca variadas formas en las que se superponen esfuerzos científicos y diplomáticos.
El gobierno estadounidense, por ejemplo, está promoviendo activamente la diplomacia científica como un componente central de su estrategia para forjar lazos con países musulmanes, tales como Indonesia.
Este enfoque tiene sus limitaciones. Como quedó claro en una reciente reunión en Wilton Park, Reino Unido, poner demasiada confianza ya sea en la ciencia, para conducir las negociaciones diplomáticas — por ejemplo, sobre el cambio climático — o en las discusiones entre científicos en reemplazo de tales negociaciones, tiene el riesgo de exagerar el estatus de la ciencia.
No obstante, la evidencia científica sólida cumple con el papel de informar las decisiones políticas a todos los niveles, desde las políticas comunitarias hasta las negociaciones diplomáticas internacionales. Mientras más sólido el razonamiento detrás de tales decisiones, más probable es que éstas alcancen sus objetivos deseados.
Alianza crucial
Y eso nuevamente subraya la importancia de la comunicación de la ciencia. La palabra clave aquí es ‘informar’. Informar las decisiones políticas significa asegurar que todos los interesados tengan acceso a información científica relevante, fácilmente comprensible; en otras palabras, comunicar bien la ciencia.
La buena comunicación de la ciencia no es un ejercicio de relaciones públicas. Su propósito no es — o no debería ser — mejorar el perfil de quienes hacen investigación o pagan por ella.
Más bien, debería poner el conocimiento científico en manos de quienes pueden usarlo (incluyendo, en áreas como armas nucleares o cultivos genéticamente modificados, a reguladores que aseguren que la ciencia involucrada se usa de forma responsable). Y, al hacerlo, garantizar que el dinero que se gasta en generar investigación asegure un mayor retorno.
Visto desde este ángulo, ciencia, comunicación y diplomacia pueden formar una importante alianza, particularmente en el contexto de la cooperación para el desarrollo. Hacer que funcione no es fácil. Pero es esencial si las metas de crecimiento económico sustentable y desarrollo social quieren alcanzarse en el mundo en desarrollo.
David Dickson
Director, SciDev.Net
Fuente:
http://www.scidev.org/es/editorials/ciencia-comunicaci-n-ayuda-y-diplomacia.html
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