domingo, 23 de mayo de 2010

El mundial de fútbol y los festejos del bicentenario: Las nuevas Navidades.



La época de Navidad se caracteriza por un sentimiento generalizado de alegría, fraternidad y bondad. No todo el mundo lo vive así, pero mucha gente lo hace, y estos sentimientos se refuerzan por el continuo bombardeo de los medios con publicidades, películas y programas especiales. Independientemente de que uno comparta los festejos o no, todos los que somos parte de la cultura occidental nos vemos afectados por el clima de fiesta.

La proximidad del fin de año hace que este sea también un tiempo de reflexión y balances. Una época en que uno analiza lo que no fue, lo que pudo haber sido y salió a medias y lo que se logró. El inconciente colectivo nos llena de entusiasmo y nos da un envión para tomar las resoluciones de lo que vamos a hacer el año entrante. Cómo vamos a conseguir esos objetivos esquivos que no pudieron ser concretados en los pasados 365 dias. Todo va a ser distinto.

Las posibilidades de éxito aumentan, indudablemente, cuando tomamos medidas concretas y duraderas para alcanzar eso que tanto anhelamos. Medidas y cursos de acción que tienen que ser reevaluados día a día para conservar el rumbo y la velocidad para llegar a buen puerto.

El test final es el paso del tiempo: es así como muchas veces ya en Enero algunas decisiones que parecían inamovibles empiezan a tambalear. Y con el correr de los meses el barco empieza a quedarse sin viento, y deriva de regreso hacia el puerto de partida o hacia nuevos puertos muy distintos de los que teníamos en mente (lo cual puede ser bueno o no tanto).

Es así. El tiempo de Navidad, más allá de que uno comparta o no la celebración, es una época para avistar nuevos horizontes y tomar decisiones para llegar a nuevos lugares. Y cuanto más lejos parezca ese lugar, mayores pueden ser el empeño y las expectativas que uno pone en el viaje. Si bien nadie tiene control del destino, sí sabemos que cuanto mejor se planee el viaje mayores son las posibilidades de éxito. Nadie puede planear un extenso periplo de la noche a la mañana.

Escuchando todo lo que se habla del mundial y del bicentenario, siento como si estuviéramos en un tiempo de Navidad adelantado. Con el mundial no es algo nuevo, ya lo experimentamos religiosamente cada 4 años. Para los apasionados del fútbol es una época para olvidar los problemas cotidianos y unirse en un fervor patriótico pocas veces visto. La posibilidad de ganar se iguala con la realidad momentánea de ser exitosos, de dejar atrás todo lo que no pudo ser. Por un rato la realidad se ve a través de otro cristal.

El tema del bicentenario es similar aunque se hace extensivo a mayor parte de la población. Ponemos expectativas en que por ser los 200 años de nuestra independencia, las cosas van a cambiar. Ahora va a ser todo distinto. No se sabe bien por qué esto no ocurrió a las 197 años, o a los 164, pero bueno. Son detalles menores. El entusiasmo y las expectativas son positivas, pero cuando se apoyan en algo sólido. Soñar por soñar no más, no pasa de una euforia pasajera.

La cuestión es entonces preguntarse ¿“Por qué ahora va a ser distinto?”, ¿“Hemos evolucionado en algo como sociedad para que los cambios que buscamos se den?”. “Qué estamos haciendo para que la euforia momentánea se transforme en bienestar duradero?”
Nuestro país, en realidad nuestra sociedad, después de tantos gobiernos dictatoriales, es como un adolescente. Con todo lo bueno y no tanto que tiene esa época. El empuje, el entusiasmo de la adolescencia son necesarios para encarar nuevos desafíos.

Lamentablemente, la capacidad de planear, la paciencia, y la evaluación de las ventajas y desventajas de la empresa que se va a emprender no son por lo general el fuerte de esta etapa de la vida. Por eso se la llama adolescencia. Por que el ser humano en esa etapa adolece.

Navidad, mundial, bicentenario: las expectativas son siempre enormes. La forma de concretarlas? No esperar llegar a Tucumán cuando estamos yendo para Mar del Plata. Y si estamos haciendo lo necesario para llegar adonde vamos, entonces no hay nada de que preocuparse.

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