miércoles, 13 de enero de 2010

¿Cómo sigue un demócrata?


Mucha gente se siente cada vez más desilusionada con el presidente que pareció iba a cambiar los EE.UU. Con sus decisiones, Obama no deja contentos ni a propios ni a ajenos (Comentario de CP).


Por Marianne Williamson
Traducción de Claudio Pairoba

Es difícil hacerme cargo de la desilusión que siento respecto de nuestro presidente demócrata moderado y corporativo. Todo el fenómeno Obama me trae recuerdos de un pasado lejano: el tipo apuesto que habla muy bien, cuyo discurso uno no se lo cree inmediatamente pero que tiene un encanto tan subyugante que gradualmente te convence de que esta vez va a ser diferente.

Sí. Seguro. Realmente diferente.

Lo que este gobierno nos está dando es un cambio mínimo. Y no porque el Presidente no haya tenido tiempo de hacer las cosas mejor; si él hubiera querido hacer un cambio fundamental, hubiera ido y hecho su propia versión de técnica militar para dejar a todos atónitos en los primeros cien días. Y no porque él no se hubiera dado cuenta de lo malvados que los .Republicanos pueden ser; Obama sabía en la que se estaba metiendo, y si no lo sabía entonces no estaba preparado para el trabajo como sus oponentes decían. Ahora veo tanta gente, muchos de ellos hombres, sorprendentemente, enredados en una relación cuasi típica de quinceañera adolescente con este presidente. Como si la palabra “pobrecito” tuviera que agregarse al final de cada descripción de sus errores.

Veo todos los eventos políticos a la luz del inmenso e innecesario sufrimiento del mundo. Los Republicanos lo ven y dicen “Vaya, es triste todo ese sufrimiento, pero el gobierno no juega ningún papel en mitigarlo. Con suerte, el sector privado hará algo. Eso estaría bueno.” Los Demócratas, no todos ellos pero los suficientes y de seguro este presidente, ven todo ese sufrimiento y dicen, “Vaya, es triste todo el dolor por el que la gente esta pasando. Tratemos de mitigarlo.”
Pero se niegan a hacer algo para enfrentar a las fuerzas subyacentes que hacen que todo ese dolor sea inevitable.

Recuerdo a Bobby (Kennedy) y Martin (Luther King). Recuerdo cuando había una fuerza moral en el centro del Partido Democrático. Todavía la veo a veces, en un Sherrod Brown, un Dennis Kucinich, un Anthony Weiner. Pero ellos ya no reflejan el estado general del Partido Demócrata, y pienso que todos haríamos bien en darnos cuenta de esto. Elegimos a Obama y después medio como que se convirtió en otra persona. Está haciendo muchas cosas buenas en varias áreas, pero ciertamente no está cambiando la nueva situación de fondo: las corporaciones manejan el mundo.

Obama sacó a las bancos del pozo, pero no estipuló que tenían que volver a prestar dinero. Nos consiguió un sistema de salud pero no dijo una palabra acerca de la opción de “único pagador” y no movió un dedo por la “opción pública”. Ganó el Premio Nobel pero lo aceptó con un discurso que era una apología de la guerra.

Los Demócratas parecen no tener idea de la ola oscura que se les viene bajo la forma de las elecciones legislativas del 2010. No tienen idea de cuanta gente va a estar muy deprimida para ir a votar, y que va a pensar “tratamos por todos los medios la última vez y ¿qué conseguimos?”. No tienen idea la cantidad de gente que está pensando, como yo lo estoy, que es hora de enfrentar los hechos, no importa cuán dolorosos sean. Si Obama no recupera su fuerza y lo hace pronto, entonces su presidencia será recordada en los libros de Historia como una de las desilusiones más grandes en la historia norteamericana.

Mientras tanto, deberíamos empezar a ver cuales son nuestras opciones. En “Sanando el alma de los EE.UU.”, escribí sobre la noción de Gandhi llamada fuerza del alma en política y porque es importante pararse sobre lo que uno considera verdadero. ¿Deberíamos renombrar al Partido Verde quizás, o elegir a otro demócrata para que se enfrente a Obama en el 2012? No sé lo que deberíamos hacer, pero sé una cosa que no deberíamos: engañarnos a nosotros mismos pensando que este hombre está haciendo lo que prometió que haría cuando se ganó nuestros corazones.

Fuente:
http://www.huffingtonpost.com/marianne-williamson/where-does-a-democrat-go_b_408557.html?view=print

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